La diversidad funcional y el ámbito laboral

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La diversidad funcional es un término alternativo al de discapacidad y que ha empezado a ser utilizado por algunas personas e instituciones que consideran peyorativas palabras como “discapacidad” o “minusvalía”. La primera vez que se utilizó el término “diversidad funcional” en España fue en 2005 y fue acuñado por el “Foro de Vida Independiente y Divertad”, una comunidad surgida en 2001 y formada por personas de toda España, y de otros países, que conforman un foro de reflexión filosófica y de lucha por los derechos de las personas con diversidad funcional. Esta comunidad está muy vinculada al Movimiento de Vida Independiente (MVI), un movimiento social que nació en el marco de la lucha por los derechos civiles de finales de los años 60 en los Estados Unidos en concreto en la Universidad de Berkeley, California. Este movimiento fue impulsado por la acción de un grupo de personas con diversidad funcional que necesitaban asistencia personal para realizar sus actividades diarias.

En la actualidad, en España la palabra más utilizada para definir a este colectivo es “minusválido”: plazas de aparcamiento reservadas para minusválidos, aseos para minusválidos, hoteles para minusválidos, etc. Este término describe a estas personas como “menos válidas”, o que “valen menos”.

Por otra parte, en los textos jurídicos, se mantiene esta terminología y se utilizan palabras como “incapacitación”, “incapacidad”, “discapacidad”, “invalidez”, “minusvalía” o “dependencia”. Todos estos términos refuerzan un aspecto negativo de la realidad de estas personas, y contribuyen a construir una imagen de personas menos capacitadas.

En la actualidad el término oficial para referirse a este colectivo es “personas con discapacidad”, que es el término que recoge la Organización Mundial de la Salud en su Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud, y que utiliza tanto la legislación internacional como las asociaciones que representan a las personas de este colectivo.

Con el término “diversidad funcional” se propone una nueva visión que no es negativa, y que no implica una deficiencia, una enfermedad o un retraso. La percepción negativa viene derivada de la visión del modelo médico tradicional, que presenta a la persona diferente como una persona biológicamente imperfecta, a la que hay que rehabilitar.

En el ámbito laboral esta visión tradicional de las personas con discapacidad ha conformado una imagen de este colectivo en su conjunto como personas con menos habilidades para las tareas profesionales, sea cual sea su discapacidad. La diversidad funcional ayuda también a romper con este prejuicio y define a estas personas como hombres y mujeres que presentan capacidades diferentes a las de otras personas. Su discapacidad, provoca que sus funcionalidades sean distintas a las de otros seres humanos, y a veces requieren unas necesidades específicas para sus actividades cotidianas (como encender la luz, subir y bajar persianas, escribir en el ordenador, etc.).

A la hora de contratar personas con discapacidad, muchas empresas se dejan llevar por una primera impresión y son presas de los prejuicios, desperdiciando la oportunidad de incorporar a sus equipos personas muy capacitadas. Por desgracia, para muchos empresarios y directivos, aún prevalece el físico sobre el intelecto, y todavía queda mucho camino que recorrer.

El uso apropiado del lenguaje es una herramienta muy útil para fortalecer una idea. Por eso es necesario que el lenguaje ayuda a identificar a las personas con diversidad funcional como personas completamente aptas para la mayoría de las tareas profesionales.

 Juan Lozano

Convencido de que el único modelo posible de colaboración en nuestra sociedad es aquel que busca un equilibrio para que todas las personas cubran sus propias necesidades, en contra del modelo de la competencia y la obsesión por ganar dinero sin importar cómo se gana. En el año 2007 fundó junto con otros amigos y empresarios el Centro Especial de Empleo Vivva.

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