La deshumanización de las empresas: las personas no somos números

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La deshumanización de las empresas es un problema que por desgracia se ha ido extendiendo en los últimos años en nuestra sociedad. Considerar a las personas como simples recursos humanos nos ha convertido en cifras, en números que a veces sólo sirven para configurar estadísticas y datos macroeconómicos. Muchas voces denuncian que en las últimas décadas las empresas se están convirtiendo en espacios deshumanizados donde el beneficio económico prevalece siempre sobre cualquier otro aspecto, incluso por encima de la salud de las personas. La maximización del beneficio se ha convertido en el fin que justifica cualquier medio, incluso aunque se trate de vidas humanas.

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Las crisis económicas, los movimientos migratorios y la revolución tecnológica han provocado, facilitado o legitimado el uso de prácticas empresariales de dudosa índole que en algunos casos han ido degenerando hasta provocar fenómenos tan dramáticos como el “karoshi”, la muerte por exceso de trabajo que afecta cada año a unas 10.000 personas en todo el mundo. “Karoshi” es una palabra japonesa que significa literalmente “muerte por exceso de trabajo” y el primer caso que se conoce ocurrió precisamente en Japón en 1969, cuando un empleado de una compañía de periódicos falleció víctima de un paro cardíaco cuando sólo tenía 29 años. Pero el exceso de horas laborales no es un problema exclusivo de Japón. Según datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), en España hay 797.000 trabajadores que realizan horas extras en sus trabajos (el 4,8% del total), y casi la mitad no las cobran ni cotizan por ellas. Y según un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) el 8% de los trabajadores españoles dedican más de 12 horas diarias a su profesión. En Japón las cifras se sitúan en torno al 20%. Pero las jornadas laborales maratonianas no es el único problema que está convirtiendo a muchas empresas en lugares donde el ser humano ha quedado reducido a un mero recurso operativo.

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La deshumanización de las empresas: ¿quién es el responsable?

El fordismo, el sistema de producción industrial en serie creado por Henry Ford antes de la I Guerra Mundial, sentó las bases de un modelo organizativo y productivo que adoptaron la mayoría de las grandes empresas de Estados Unidos y Europa. Esta alienante forma de trabajar, ironizada con su maestría habitual, por Charles Chaplin en su película “Tiempos Modernos”, fue cincelando durante décadas una mentalidad laboral que consideraba a los seres humanos meras piezas de un engranaje. Por desgracia, aunque las cadenas de producción hayan sido reemplazadas en la mayoría de las empresas por algoritmos y autómatas, esa visión del ser humano como una pieza más de una maquinaria industrial continúa.

Las sucesivas crisis financieras que sacudieron la economía mundial desde los años noventa acentuaron esta deshumanización de las empresas, provocando que muchas de ellas, presas de la desesperación algunas y de la codicia otras, se centraran exclusivamente en su propio beneficio y no tuvieran en cuenta el impacto de su actividad sobre la sociedad y el medio ambiente.

Esta banalización de la responsabilidad empresarial ha contribuido a configurar una sociedad cada vez más deshumanizada, donde por un lado, las largas jornadas laborales impiden a las personas desarrollar unas vidas plenas, y por otro lado, sus emisiones contaminantes y una gestión depredadora de los recursos naturales, está provocando daños quizá irreparables al planeta.

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La deshumanización de las empresas: cómo evitarla y cómo construir un mundo mejor

Durante décadas hemos creado empresas con estructuras jerarquizadas, sistemas rígidos y procesos mecanizados. Hemos confiado ciegamente en la planificación y hemos diseñado planes estratégicos estudiados al detalle. Esta visión mecanicista, en cierta forma newtoniana, ha permitido a muchas empresas obtener sustanciales beneficios, pero está empezando a presentar claros síntomas de agotamiento. Está claro que cuando se trata de personas, los casos de éxito no siempre son infalibles. Las personas somos seres sociales, con emociones y sueños, somos imprevisibles y somos muy sensibles a estímulos como la motivación, el reconocimiento o la aceptación. Ningún plan de negocio asegura el éxito y ningún libro contiene el secreto para triunfar en los negocios.

¿Qué podemos hacer entonces para evitar la deshumanización en las empresas? Primero debemos entender que la actividad empresarial es una cuestión de personas. Los clientes, los trabajadores, los directivos, los accionistas y los proveedores son personas, y por eso es esencial priorizar factores como las relaciones personales o el nivel de motivación. Entre las pautas que debería seguir una empresa para humanizar su entorno podríamos destacar las siguientes:

1.- Confianza

Establecer unos vínculos emocionales positivos entre todos los miembros del equipo es fundamental para afrontar los retos necesarios. La desconfianza ocasiona estrés y ansiedad y siempre es un germen de conflictos. Los líderes deben confiar en sus trabajadores, que no deben sentirse vigilados ni cuestionados. Y a su vez los líderes deben ganarse la confianza de sus empleados.

2.- Libertad

Trabajar en un entorno creativo y motivador aumenta la productividad y fomenta el trabajo en equipo. Someter a los trabajadores a horarios inflexibles o a unos procesos muy estrictos elimina la iniciativa y anula el talento.

3.- Ejemplo

Las empresas dirigidas por empresarios responsables atraen a empleados responsables. A su vez estos empleados responsables son un ejemplo a seguir por los nuevos trabajadores contratados. El ejemplo es un factor esencial para transmitir y fortalecer los valores de la empresa. Si no, los valores quedan reducidos a frases grandilocuentes que se destiñen en las paredes.

4.- Dignidad

Los trabajadores deben ser tratados siempre con respeto y la máxima educación. Ese respeto también debe reflejarse en su salario y en su modelo de contratación. Las relaciones entre directivos y trabajadores deben ser cordiales, transparentes y sinceras.

5.- Seguridad

Los empleados de la empresa deben sentirse valorados y queridos. Sí, queridos. Sentirse importantes dentro de la empresa fomenta su productividad y refuerza su compromiso con la empresa. Esa estabilidad emocional siempre debe ir acompañada de una estabilidad económica.

6.- Compromiso común

Una empresa es un espacio común del que dependen las economías – y en cierta forma, la felicidad – de muchas familias. Compartir los objetivos y trabajar en equipo por su consecución estrecha los vínculos entre todos los miembros de la compañía. Cuando los trabajadores perciben que su esfuerzo simplemente va dirigido al enriquecimiento de los accionistas, se alejan de la compañía y se sienten utilizados.

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Humanizar las empresas debe convertirse en un objetivo prioritario para los líderes del siglo XXI. La economía debe dejar de ser un fin en sí misma y volver a convertirse en una herramienta al servicio de la felicidad de las personas. El modelo económico del “todo vale” debe ser sustituido cuanto antes por un nuevo modelo basado en la justicia social. ¿De qué nos sirve aumentar el PIB en España un 6% si la pobreza infantil crece sin parar? ¿Qué más da que nuestra balanza de pagos tenga superávit si el 80% de los jóvenes no puede independizarse hasta los 30 años?

Las empresas deben entender que de ellas depende en gran parte la sostenibilidad social, económica y medioambiental de nuestro mundo. Humanizar las empresas es un reto que debe estar en la agenda de nuestros dirigentes y nada debe estar por encima de la felicidad de las personas.

Juan Lozano
Convencido de que el único modelo posible de colaboración en nuestra sociedad es aquel que busca un equilibrio para que todas las personas cubran sus propias necesidades, en contra del modelo de la competencia y la obsesión por ganar dinero sin importar cómo se gana. En el año 2007 fundó junto con otros amigos y empresarios el Centro Especial de Empleo Vivva.

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